lunes, 24 de marzo de 2008

Leyendo sobre el pequeño mundo del rey con gorro de bufón

Aaron, el hijo de tres años del matrimonio integrado por Todd y Kathy, usa permanentemente un gorro con tres puntas coronadas por cascabeles, como los que las películas de Disney nos han hecho creer que usaban los bufones medievales. El matrimonio Adamson ha decidido que, mientras Todd consigue su licencia para ejercer como abogado, Kathy se hará cargo de la economía familiar con su trabajo de documentalista. Por su parte, Lucy, la pequeña hija de Sarah y Richard, rompe en una rabieta cada vez que comprueba que su madre no es tan eficiente como las madres de los otros chicos con quienes comparte el patio de juegos o la piscina. Aaron y Lucy, por supuesto, son niños pequeños y están autorizados a comportarse como tales. Pero, ¿qué pasa cuando se observan las rutinas de los adultos si dejamos de pensar en ellos como seres que han crecido y aprendido a encontrarle el rumbo a sus vidas? De eso, precisamente, trata Little Children, la irónica, demoledora, aguda, hermosa, obscena, venenosa y satírica novela de Tom Perrotta. Sarah se descubre pensando en voz alta la simpatía que ahora siente por Madame Bovary, siendo que en su juventud la detestaba y tildaba a Flaubert de misógino por describir tan minuciosamente la caída moral del personaje de su novela. Ahora Sarah sabe que no siempre es fácil realizar la elección adecuada, como los niños que desean obtener el reconocimiento del padre pero desconocen la vía para lograrlo. Todd se horroriza al darse cuenta de que la única canción que puede tararear ahora es la de un programa de caricaturas, tan bobo como el bobo Barney. Todd y Sarah coincidirán en el patio de juegos al que llevan a sus hijos, para iniciar una aventura amorosa, que no saben distinguir si es auténtica pasión o es sólo una forma de añadir condimento a sus aburridas vidas... En algún momento de Little Children, Sarah se compara con el chico que es protagonista del programa televisivo Blue' Clues, pues ella misma siente que toda su vida parece haber transcurrido en el irreal decorado de un programa infantil... Que todos seamos como niños pequeños, sin embargo, no nos disculpa de las consecuencias de nuestras acciones, no nos da la opción de fingir que todo ha sido un juego y podemos irnos a dormir porque alguien más arreglará el desorden que han provocado nuestros juguetes...

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